jueves, 6 de septiembre de 2012

La enfermedad venosa crónica

Lo que más se conoce entre la población respecto a este tema es la patología de várices en los miembros inferiores. Sin embargo el tema comprende otras formas muy frecuentes como las úlceras crónicas venosas, el síndrome postrombótico y la temible trombosis venosa profunda.





Prácticamente todas estas formas clínicas tienen un factor de origen y desarrollo común: la hipertensión venosa. Para comprender esto hay que imaginar al sistema venoso como un sistema de tuberías que debe conducir la sangre desde los pies hacia la pelvis, luchando así contra la gravedad cuando estamos de pie. Entonces, para que la sangre no se venga para abajo, las venas cuentan con unos pliegues por dentro llamados válvulas, los cuales permiten que la sangre pase hacia arriba pero se cierran si la sangre trata de regresar hacia abajo (como cuando estamos de pie por mucho tiempo). En las personas enfermas estas válvulas están dañadas en menor o mayor número (hay muchas en las venas superficiales), dejando que la sangre retorne hacia abajo: el reflujo venoso. La sangre acumulada distiende o agranda la vena, afectando aún más las válvulas, y haciendo que las venas más superficiales se vuelvan abultadas y tortuosas, lo cual es lo más reconocido por las pacientes. Estos abultamientos varicosos se deben a la falta de tejidos fuertes alrededor de las venas superficiales, ya que estas están por lo general rodeadas de grasa subcutánea; por esto es incorrecto hablar de várices en las venas profundas, pues no existe tal cosa dado que las venas profundas tienen tejido muscular fuerte envolviéndolas e impidiendo que se agranden y se vuelvan abultadas y tortousas.

Las válvulas son muy importantes, pero... se preguntarán cómo hace la sangre para subir desde los pies hacia la pelvis cuando estamos de pie, es decir, qué la empuja para vencer la fuerza de la gravedad? Pues contamos con una bomba poderosa: los músculos de la pantorrilla. Existen muchas venas profundas entre esos músculos, y ellas son capaces de albergar una buena cantidad de sangre; cuando contraemos dichos músculos causamos que la sangre acumulada se exprima, y gracias a las válvulas esta sangre sale para arriba y no hacia abajo. Es por ello que el ejercicio y contracción frecuente de los músculos de las piernas es vital para una buena circulación venosa. Yo he adoptado la costumbre de enseñar a mis pacientes a mejorar el uso de sus músculos para bombear mejor la sangre. No tienen idea de cuánto ayuda esto.

Todo ser humano posee venas profundas que van entre los músculos y muy cerca de los huesos en los miembros inferiores, y venas superficiales que van en la grasa debajo de la piel. Las venas profundas llevan el 80% de la sangre que circula hacia la pelvis desde cada miembro inferior, y por ello es que podemos extirpar venas superficiales sin afectar mucho la circulación. Las superficiales comprenden dos venas principales que van entre la grasa y el músculo a lo largo del muslo y pierna: las venas Safenas Mayor y Menor. La vena Safena Mayor es la que más frecuentemente está enferma y por ende es la más frecuentemente sometida a cirugía, láser o escleroterapia.



Con el reflujo, la sangre se acumula en la venas y capilares del sitio más declive: el tobillo. Esto último es lo que se conoce cómo hipertensión venosa, lo cual provoca escape de líquidos y células sanguíneas que son destruidas; entonces es cuando se puede ver cómo la piel del tobillo "llora" un líquido claro acompañado de edema (hinchazón). Además se liberan muchas sustancias que provocan inflamación y atraen a células que causan destrucción y más inflamación.

De este modo la insuficiencia venosa termina causando daño en la piel de la pierna, comenzando por una fase inflamatoria llamada eczema venoso (frecuentemente confundida por los médicos con la erisipela, la cual es una enfermedad muy distinta), pasando por pigmentación oscura y al final la terrible ulceración.

Menos frecuentemente, una persona que ha sufrido una trombosis venosa profunda, la que consiste en formación de coágulos en las venas profundas causando obstrucción total o parcial del flujo de sangre, puede quedar con secuelas de mal funcionamiento de la circulación venosa permanentemente, lo cual es muy grave si recordamos que las venas profundas son responsables de casi todo el flujo venoso de los miembros inferiores. Una de estas secuelas es el síndrome postrombótico o posflebítico, en el que se daña la piel y tejidos del tobillo y pierna, y hasta ocurren ulceraciones con limitación severa de la función del miembro.



Estos conocimientos se han tenido por siglos en algunos casos y por décadas en otros, sin embargo en Nicaragua muchas de estas lesiones son tratadas como si su causa fuese una simple infección o como si el origen se encuentra en la piel, y se piensa en corregir la hipertensión venosa hasta que un especialista interviene. Con tanta razón muchas pacientes se quejan de una pobre resolución de su problema en el sistema de salud público y previsional en el norte y centro del país (no puedo decir de la situación en las ciudades de la zona del Pacífico).


miércoles, 5 de septiembre de 2012

Introducción: Flebología en Nicaragua

La patología o enfermedad venosa crónica es muy común en todos los países, pero en Nicaragua golpea con mayor severidad a nuestra población tanto desde el punto de vista de la gravedad de las lesiones (úlceras gigantescas, etc) como desde el punto de vista socioeconómico, dado que una buena cantidad de pacientes sufren estoicamente esta enfermedad durante muchos años y no reciben un tratamiento adecuado.
Ante esta situación, de manera similar al resto de enfermedades, hay que hacer todo lo que esté a nuestro alcance para prevenir, curar o aliviar a los y las pacientes. Todos aquí sabemos que no contamos con dinero y recursos abundantes como los que tienen los sistemas de salud y seguros en países desarrollados, así que debemos echar a andar el ingenio que caracteriza a los Nicaragüeses. Desde luego que el factor más evidente que se puede mejorar es el que atañe a los más involucrados en el diagnóstico y tratamiento: nosotros los médicos.
En nuestro país el manejo principal de la patología venosa ha recaído en los especialistas en Cirugía Vascular, algunos de los cuales son o han sido maestros en las escuelas de Medicina de la UNAN Managua y León, y estos han transmitido sus conocimientos y práctica a cada uno de los estudiantes de especialidad de Cirugía General que han estado bajo su tutela. Esto significa que fuera de los centros hospitalarios de la región del Pacífico, o sea en los hospitales del Centro, Norte y Región Atlántico, la responsabilidad recae en los Cirujanos Generales adiestrados. Sin embargo, a lo largo de mis ocho años como Cirujano General, he observado que lo referente al manejo de la patología venosa crónica (en especial las várices y úlceras) se centra en conceptos y prácticas tradicionales que en muchos otros países han evolucionado con muy buenos resultados, y así también los conocimientos necesarios para el adecuado diagnóstico y su tratamiento son muy limitados. En especial hago mención de la falta de capacitación en la realización de la exploración de las venas con tecnología doppler color por parte de los cirujanos generales, así como una limitada comprensión de dicho estudio. Tradicionalmente hemos dejado la responsabilidad de ese examen y el consecuente diagnóstico enteramente en manos de los radiólogos y ultrasonografistas, quienes son especialistas muy capaces pero carecen por lo general del enfoque terapéutico y experiencia clínica profunda en la patología venosa crónica, en especial en cuanto a la insuficiencia venosa superficial.

La flebología es una práctica con menos historia que las especialidades más reconocidas como la Cirugía General, Ortopedia, Pediatría, Ginecología, etc, sin embargo es un campo fascinante y muy progresista, tanto que los tratamientos evolucionan y cambian constantemente. He escuchado opiniones erróneas a cerca de esta práctica de unos pocos colegas: que para realizarla es necesario ser graduado en Cirugía Vascular y Angiología. A ellos puedo informarles que en Estados Unidos para un médico es posible llegar a ser Flebólogo con sólo aprobar los cursos y requisitos del Colegio Americano de Flebología sin el requisito indispensable de ser graduado en tal o cual especialidad de base. En realidad se requieren unos ingredientes muy importantes: dedicación, fe y mucho estudio.

He notado que tanto la gran cantidad de pacientes que hemos tratado durante las jornadas de flebología con los especialistas extranjeros, como las muchas pacientes que he tratado yo en mi práctica privada, se han encargado de diseminar las noticias de los buenos resultados del tratamiento, y gracias a ello cada vez tengo más referencias de médicos generales y otros especialistas. Así que esto me ha estimulado a seguir, y en especial a crear este blog para que sirva de portal de información tanto a pacientes como a colegas de Nicaragua.

En las siguientes entradas espero poder exponer aspectos básicos sobre estas enfermedades y las opciones de tratamiento (en especial los tratamientos de mínima invasión) con un enfoque ajustado a la realidad y limitaciones y facilidades de nuestro país.

Gracias de antemano a los futuros lectores.

Ah, y antes de cerrar esta entrada, dejo unas fotos de la jornada de flebología realizada en Matagalpa en el año 2012 con cuatro grandes flebólogos de nivel mundial: Dr Nick Morrison (recién pasado presidente del Colegio Americano de Flebología), Dr Ted King (experto en láser endovenoso), Dr Giovanni Mosti (experto italiano en úlceras venosas) y el Dr Attilio Cavezzi (experto italiano en escleroterapia endovenosa con espuma).